Fernando Mires - USTED




Intérpretes: Los Tres Diamantes. Autor: Moris Zorrilla
Usted es la culpable/ de todas mis angustias/ y todos mis quebrantos/ Usted llenó mi vida/ de dulces inquietudes/ y amargos desencantos/ Su amor es como un grito/ que llevo aquí en mi sangre/ y aquí en mi corazón/ Y soy aunque no quiera/ esclavo de sus ojos/ juguete de su amor/ No juegue con mis penas/ni con mis sentimientos/ que es lo único que tengo/ Usted es mi esperanza/ mi única esperanza/ comprenda de una vez/ Usted me desespera/ me mata me enloquece/ y hasta la vida diera/ por el vencer el miedo/ de besarla a usted.

Imaginemos por un momento que este bolero se hubiera llamado . Probablemente habría sido un bolero más; uno de tantos que claman por el dolor de amores desgarrados. La bolerología está llena de esos amores. El gran éxito que alcanzó este bolero reside, por lo tanto, en un simple pronombre: Usted. 
Tratamos de usted a quienes recién conocemos; a quienes se encuentran a una determinada distancia de nosotros; a quienes debemos respeto, consideración, o simplemente indiferencia. El usted, qué duda cabe, es un interesante y sutil invento gramático. Permite mantener a raya a quienes quieren acercarse demasiado. O también impone un límite frente a quienes no podemos ni debemos acercarnos tanto. El usted, luego, no sólo es un límite sino, además, un espacio. Por eso mismo el usted es también un lugar de partida, pues al mismo tiempo que permite establecer distancia, cuando se dan los casos permite iniciar un acercamiento progresivo al prójimo. Eso quiere decir que sólo es posible llegar al otro si partimos a su encuentro desde una determinada distancia.
Nadie se acerca a otro sin partir de una determinada distancia. El usted, entonces, a la vez que es condición de distancia, es el punto de partida para llegar a un acercamiento que podría culminar con un tú. De un usted se llega al tú -a veces fácilmente, o a veces con dificultad-. Sólo en casos de radicales rupturas, pasamos del tú al usted. De cualquier manera, es mucho más fácil pasar del usted al tú que del tú al usted.
Cuando el usted alcanza el tú -el tuteo- un determinado “yo” establece, a través de un pro- nombre, una nueva relación con un nombre. De ahí que, en mi tal vez anticuada opinión, hay que seguir conservando el usted, tanto en la gramática como en la vida social. Sin ese usted que en algún momento podría llevar al tú, el acercamiento pierde no sólo gramaticalidad, sino también erotismo. La relación erótica -cada uno podrá comprobarlo a su modo- se da no tanto en la cercanía como en el acercamiento. El tú, por lo tanto, no debería ser tan fácil como en algunos países lo es. A veces, incluso, refleja un falso democratismo ya que otorga cercanía gramatical a lo que en la vida social se da de un modo muy diferente.
Por cierto, entre quienes desempeñan un mismo oficio o tienen aproximadamente la misma edad o persiguen ciertos intereses comunes, el tú sale fácil, a veces de modo espontáneo. Pero cuando hay diferencias notables de edad, de posición, e incluso, de personalidad, el usted es un pronombre muy apropiado para “conservar las distancias”. En fin, con el tiempo uno ha desarrollado un sexto sentido que indica cuándo es preciso usar el tú y cuándo el usted. A Diotima de Cuba, por ejemplo, yo nunca la habría podido tratar de usted, y ella a mí tampoco -aparte de que vive en un país en donde el usted casi no existe-. Desde el primer día en que nos vimos descubrimos que había cierta “gemelidad” en nuestro modo de ser, la misma que nos condenaba a ser amigos del alma. Hay otros, en cambio, que parecen nacidos para ser nuestros no-amigos.
En el caso del bolero Usted, el usted es aplicado como un pronombre que en lugar de llamar a la distancia, llama al más extremo y radical acercamiento entre dos prójimos, que es el del amor sexual. En ese caso es posible constatar en el bolero una dislocación entre el sentido usual del pronombre y su uso, digámoslo así, poético. Dicha dislocación confirma, en efecto, una de las tesis semánticas más importantes de nuestro tiempo, que fue aquella formulada por Gotlob Frege (uno de los precursores de la semiótica moderna) relativa a la diferencia entre lo que él llamaba por una parte, significado y, por otra, sentido de las palabras (Frege 1999, p.114).
Afirmaba Frege que casi nunca el significado corresponde con el sentido de la palabra, de modo que cuando decimos que alguien habla sin sentido no quiere decir que usa palabras sin significado. Las palabras tienen un significado pre-asignado que va desvirtuándose de acuerdo al sentido que deseamos imprimir en el contexto de una frase. Interesante es que, para Frege, el sentido es sinónimo de pensamiento. Ahora, si unimos la tesis de Frege con aquella tan conocida de Lacan (2002, p.178) que afirma que los pensamientos están guiados por el deseo a lo Otro, estamos en condiciones de entender perfectamente el sentido (pensamiento) que ha sido impuesto a la palabra Usted en este bolero. Ese sentido ha sido separado radicalmente de su significado. Digo radicalmente, porque la palabra Usted fue inventada para crear distancia y no cercanía y aquello que intenta este bolero mediante el uso del Usted es crear la máxima cercanía posible. Creo que fue esa inversión metonímica la razón que explica su gran popularidad.
La diferencia entre sentido (pensamiento) y significado, es la que a su vez llevó a Ludwig Wittgenstein (1993, p.32) a formular la tesis relativa a la imposibilidad de entender el lenguaje de un modo estrictamente lógico. De acuerdo con Wittgenstein, el uso de las palabras está condicionado por una suerte de juego del lenguaje cuyas reglas surgen del mismo juego, juego que no es sino expresión de relaciones interpersonales que son, a la vez, las que crean sus propios juegos (Wittgenstein, 1988ª, p.174). Cada vez que establecemos comunicación con alguien jugamos con las palabras (con-jugamos) las que cobran sentido dentro del espacio de juego y no en otra parte. El uso de las palabras no surge, por lo tanto, de acuerdo a una elección de palabras que habitan en un mundo de las ideas puras sino que resulta de un juego (con-jugación) que se da entre la lengua y los oídos de por lo menos dos seres humanos quienes al hablarse uno al otro van creando las propias reglas del juego que juegan entre ellos. Heidegger dice (1965, p.14), persiguiendo la misma idea, que el lenguaje habla a través de nosotros.
Ahora bien, el sentido de las reglas como ocurre en el caso del bolero Usted, no es ordenar el juego sino alterarlo. Dicha afirmación se entiende si aceptamos la premisa que afirma que las reglas de un juego tienen dos funciones: a) ordenar el juego y b) transgredir el juego. Y es evidente: si no existen reglas, no hay transgresiones, y si no hay transgresiones, no hay amor. A la vez, es imposible transgredir las reglas del juego gramatical sin alterar el sentido de las palabras. La alteración, como se puede deducir, tiene lugar no en el significado sino en el sentido de la palabra. En fin, a través de la palabra Usted, subyace el propósito de alterar las reglas de un juego para que a partir de esa alteración comience un nuevo juego: es el juego del amor, donde el Usted, al ocupar el lugar del Tú, llevará a una intimidad tan intensa que, en su camino, avanzará alguna vez más allá del simple Tú.
¿Cuál es la palabra que lleva a una cercanía que está aún más allá del Tú?
Yo no la conozco. ¿Habrá que inventarla? Pero de aquí hasta que la inventemos habrá que suplantarla. ¿Con la palabra Usted, que significa exactamente lo contrario que Tú, por ejemplo? Eso es lo que hizo, al menos, el autor de este genial bolero.
Hay otro problema adicional que siempre me ha preocupado. Es un problema más bien teológico:  ¿Por qué a Dios le decimos tú, y no usted?

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