Fernando Mires - LA DEMOCRACIA NO ES PARA TODOS


La democracia se hizo para todos pero no es para todos. Quiere decir: todos pueden ser demócratas pero hay quienes no desean serlo. En eso pensaba cuando la pantalla mostraba los desmanes cometidos en la ciudad de Hamburgo por turbas de enmascarados venidos de todos los países de Europa (no todos jóvenes) a manifestar en contra de la Cumbre del G-20 que tuvo lugar en la ciudad durante los días 7 y 8 de Julio.
De repente Hamburgo fue Caracas (o Estambul) pero puesto al revés. Mientras en la capital venezolana soldados sin rostro agreden a miles de jóvenes, en la ciudad alemana, turbas de enmascarados agredían a policías que habían recibido la orden de no actuar. Resultado: más de 500 policías heridos. Entre la turba casi no los hubo. El número de presos fue muy bajo.
Aparentemente la turba protestaba en contra de la cumbre. Repetimos: aparentemente.  Cuando uno u otro enmascarado era entrevistado, recitaba mecánicamente palabras como “imperialismo”, “capitalismo”, “neo-liberalismo”. Palabras-máscaras. Palabras que solo cubren un deseo de destrucción y odio que precede a toda ideología. Ellos se dicen de izquierda.
Sin embargo, otra izquierda, la de los partidos, la de los ecologistas, la de Attac y otras organizaciones, ya había realizado sus legítimas demostraciones ciudadanas. Con mucha imaginación llamaron a una cumbre alternativa y en ella participaron artistas, intelectuales y cantantes. Incluso Shakira – sí, Shakira- pronunció un excelente discurso a favor de la paz, del medio ambiente, de la pobreza de los países no representados.
No así la turba enmascarada. A ellos no interesaba ofrecer una alternativa. En barrios muy alejados de la sede de la Cumbre, incendiaron autos, saquearon tiendas y agredieron a los vecinos. Era evidente: la democracia se hizo para ellos pero no es para ellos. Ellos llevan al hombre de Cromagnon a flor de piel, pero cubierto con máscaras, sobre todo máscaras ideológicas.
Para esas hordas de la posmodernidad destruir no es un medio sino un fin. Pulsión colectiva imposible de ser tematizada en breves líneas. Valga solo anotar que en sus objetivos no estaban solos. Tenían, en efecto, aliados en la propia Cumbre.
El trío formado por Erdogan, Putin y Trump también intentó, si no destruir, por lo menos boicotear a la Cumbre. Los dos primeros, abiertamente anti-occidentales. El tercero, desde su racionalidad económica, anti-europeo.
Erdogan se comportó como es: ordinario hasta el hastío. Volvió a tratar de fascista al gobierno alemán y acompañó su saludo a Merkel con un machista gesto despectivo. Por supuesto, no asistió al acto de clausura. Putin al menos llegó con atraso y sin perros mascostas. Pero coludido con Trump –quien aterrizó en la Cumbre después de haberse reunido con la anti-europea gobernante de Polonia-  no asistió a ninguna reunión en la cual el tema medio ambiente fuera objeto de discusión. La cortesía, incluso la amistad mostrada por Trump frente a Erdogan y Putin, contrastó con la frialdad ostentada frente a sus colegas europeos.
Probablemente los miembros del trío fatal sabían que las turbas trabajaban para ellos. Gracias a sus desmanes, Merkel debía aparecer como una gobernante que, al no poner orden en su nación, no está en condiciones de liderar ni la economía ni la política europea. No fue así. Todas las propuestas de Merkel y Macron fueron aprobadas. La alianza entre la chusma y las elites no logró esta vez sus objetivos. Y Trump solo logró demostrar su creciente y, por el mismo buscado, aislamiento internacional.
No; no; definitivamente no. El reino de la democracia, al igual que el reino de los cielos no es para todos. AsÍ lo dicen las parábolas de Jesús narradas por Mateo (13,24,25, 31,32). 
El cielo, según Mateo, hay que conquistarlo ya sea con buenas obras, o buscando a Dios o simplemente a la verdad de las cosas. Con la democracia ocurre algo parecido. No es un club exclusivo, pero la entrada no es gratis. A la democracia hay que conquistarla, mantenerla y defenderla de sus enemigos. Esa es la razón por la cual la lucha por la democracia no conocerá nunca un final. Tesis que comprobaron de modo fáctico las turbas de Hamburgo cuando desde sus bajuras cívicas trabajaban a favor de un trío de gobernantes no democráticos situados en las más altas cumbres de la política mundial.